La cirugía ortognática permite tratar, ya sea por motivos funcionales o estéticos, aquellos casos en los que hay problemas de armonía facial. Estas deformidades faciales se producen en los casos en que ha habido un exceso o falta de crecimiento de los huesos que forman la cara, provocando un crecimiento anormal de ésta. Esta alteración tiene lugar durante la etapa del crecimiento, llegando a su estabilidad en la edad adulta.
En la maloclusión de clase II los dientes superiores se encuentran adelantados respecto a los inferiores. Además de la alteración estética en el perfil facial también se produce una repercusión en funciones como la masticación, la deglución, la fonación o la respiración. Los resultados tanto estéticos como funcionales son muy evidentes en estos pacientes.
En la maloclusión de clase III los dientes inferiores están por delante de los superiores. También supone un problema estético de la armonía facial y funcional del paciente.
Hay pacientes que muestran una excesiva porción de encía en la arcada superior al sonreír debido a que su labio superior es corto o porque el maxilar es muy largo para el labio que lo cubre. Cuando el problema estético no se puede solucionar exclusivamente con ortodoncia, se realiza cirugía ortognática sobre el maxilar superior, para llevarlo verticalmente hacia arriba (impactación maxilar), así como de la mandíbula, adaptándola a la nueva posición del maxilar.
Se caracteriza por una falta de contacto entre los dientes de ambas arcadas al cerrar la boca. Puede deberse a una malposición de los dientes, de los huesos o de ambos. Cuando la causa es esquelética, la solución pasa por combinar la ortodoncia y la cirugía ortognática y así poder coordinar la mandíbula y el maxilar para que los dientes de arriba y abajo se puedan solapar.